Y aún no entiendo tu afán por querer entender todo lo que pasa conmigo. ¿Te digo algo? Ni yo misma lo sé. Pero para ti oír esa respuesta es sentirte relegada, sentir que te alejo de lo que soy, que te oculto cosas, que te miento y un sin fin de etcéteras fatalistas. No entiendo. Me aterra tu rostro cuando se acerca a mí buscando respuestas que ni siquiera yo manejo. Si las supiera no sería yo, porque soy un ser destinado a las dudas, a los rodeos y las indecisiones. Por eso siempre empiezo mis frases con un “no sé”, y no es mentira que no lo sepa. ¡Tú y yo somos tan diferentes! Pero tú no lo ves. Tú no te das cuenta de que para mí las palabras así sobran; que no es falta de confianza, es que no me gusta hablar de lo que me pasa. Quizás por temor a terminar llorando, quizás por vergüenza a darme cuenta de que mis problemas púberes no ameritan tanto embrollo. Prefiero gritar esas sensaciones de otra manera. Prefiero callarme y cerrar la puerta, antes que vociferar palabras que puedan herir a otros por su irracionalidad (así como tú lo haces). Yo me callo con los ojos vidriosos. ¿Qué más quieres? Más escándalos. No, gracias. Eso no me interesa.

Y es que hablar está sobrevalorado. Desahogarse, y todo eso que uno (supuestamente) debe hacer cuando está triste, a mí me carga hacerlo hablando, porque las palabras nunca me salen y termino diciendo que no me pasa nada. Prefiero escribir, así escupo todo de manera no tan clara para el resto, pero para mí lo es y así es suficiente. Quizás tenga esto un poco de egoísmo porque sé que tú y otros se preocupan por lo que siento, pero son cosas que pasan, y no sé, eso está escrito en el manual que les dan a ustedes sobre como será la relación con nosotros. Y quizás esas fueron las únicas páginas que no leíste, quizás te quedaste dormida o , por el contrario, estabai tratando de hablar conmigo cuando yo me hacía la dormida.