Domingo

Pasó bien rápido la mañana. Desperté más tarde de lo que tenía presupuestado para poder hacer lo que tenía para la U. Ya eso me dio rabia y ganas de no levantarme: era como un presagio de un mal día, uno más de esos en que, otra vez, andaría pensando en cualquier cosa; en que no podría tomar mis guías y leerlas concentrada, sino que tendría que repasar mínimo tres veces cada página para poder retener “algo” de lo que allí dice. Así había sido todo este semestre, y ahora con las mil cosas que han pasado y el sueño eterno con el que vivo, no tenía porqué ser diferente. Todo lo contrario: mi desconcentración y ganas de evasión aumentan con fuerza cada día. Ganas de que las sábanas me consuman y quedarme ahí por lo menos una semana; despertar sólo para comer y quizás escuchar algo de música relajada.
No sé la razón de tanta desmotivación y tampoco trataré de descubrirla. Por lo menos he notado no ser la única, es más bien una epidemia. Nos deberían dar licencia a todos.
Tomé un desayuno normal y traté luego de escribir algo. No pude. No sale nada. Puras pseudoreflexiones mal redactadas de mi vida, que están guardadas en “Mis documentos” (¡Qué manera de escribir tonteras!). Y ahí me quedo. Escucho música; ordeno un poco el lugar de “estudio”; me ducho leeeeento, pero áun no logro despertar, lo intento con un último aguacero frío, pero me congelo un par de segundos y no despierto. Me visto con esa ropa con la que no saldrías ni a la esquina: un sweater que me llega casi a las rodillas y que puedo estirar mucho. Pelo mojado. No encuentro mis calcetines. Nada de cremas, nada de perfume, nada de nada.Y aún no despierto. Día culiao. Más encima me duele el cuello de estar tanto en el computador. Este domingo se está nublando en todos los sentidos posibles .Tú no quieres hablar conmigo y yo...yo aún no despierto.